De ayudantes virtuales a aliados clave: la silenciosa revolución de la inteligencia artificial

 Los agentes de inteligencia artificial (IA) están irrumpiendo en sectores como la educación, la salud y los servicios, ofreciendo automatización avanzada y asistencia continua sin descanso. A diferencia de los primeros chatbots, estos nuevos asistentes comprenden el contexto, toman decisiones y ejecutan tareas complejas. Ya operan en academias como Founderz, donde personalizan el aprendizaje de los estudiantes, o en hospitales como el Brigham de Massachusetts, reduciendo el tiempo que los médicos dedican a tareas administrativas.

Empresas como Lãberit desarrollan agentes como Sofía y María para atención médica, mientras otros, como el agente Manus, sorprenden por su capacidad para programar, analizar datos o crear informes con solo una instrucción. En educación, herramientas como Ignite Copilot permiten a docentes delegar actividades repetitivas y centrarse en el acompañamiento emocional de los alumnos.

Sin embargo, los expertos advierten que esta “agentización” no está exenta de riesgos. La trazabilidad de la información y la fiabilidad de los agentes aún generan desconfianza. Casos como el error de un chatbot de Air Canada reflejan los peligros de delegar tareas sensibles a sistemas aún imperfectos.

A pesar de ello, el futuro apunta a una coexistencia: los agentes no necesariamente reemplazarán a los humanos, sino que liberarán tiempo para tareas de mayor valor. Esto abrirá nuevas oportunidades laborales, especialmente en desarrollo, supervisión y ética de IA. Empresas como OpenAI, Microsoft y Meta ya trabajan en integrar estos sistemas en su operativa diaria.

En palabras de Pau García-Milà, la clave está en diferenciar entre tareas de valor y tareas que pueden automatizarse. La IA no busca quitar empleos, sino transformar la productividad y redefinir el rol humano dentro de las organizaciones.

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